Junio de 2016: Un nuevo Inti Raymi…

Un nuevo Inti Raymi
Shinkal de Quimivil – Londres (Catamarca)

A nosotros llegan antiguas noticias de nuestra América donde podemos vislumbrar cómo se celebraba el Inti Raymi en el Cusqo y otras regiones del Tawantinsuyu: motivada en el reconocimiento al Sol y a los primeros Inkas, la fiesta tenía duración de ocho o nueve días, y en ocasiones, todo el mes, siendo la fecha principal la noche y el día del solsticio. Era el mismo Intiq Churin, el Inka, quien la presidía, pero era concurrida por los kuraqka, orejones, tocricoc, hatun huamincas, y demás funcionarios de los cuatro suyus del imperio. Sin embargo, la entrada al Inti Kancha (hoy mal llamado Qorikancha), estaba reservada para el Inka y los hombres de su sangre únicamente. Eran notorios los atavíos para estas fechas: vestidos de colores, plumajes imponentes, enchapados en oro y plata, tocados con piedras preciosas, quienes se cubrían con la piel entera de un puma, o llevaban alas de kuntur, y así también máscaras de todo tamaño, color y forma y toda la variedad inimaginable siendo unas trecientas las naciones integradas; contrastando con esto, el Inka solo vestía de negro, conservando su pechera dorada, plumería, y pulseras. Se prescribían tres días de ayuno, el cual incluía abstinencia sexual y la prohibición de encender fuego en toda la ciudad. Ya tarde en la madrugada, los cantos y músicas silenciaban, y todos se ponían en cuclillas, observando detenidamente, esperando el acto majestuoso del Padre, quien los iluminaría lentamente acariciando muy despacio las montañas, hasta colarse y mostrar sus primeros rayos. Entonces, un solo canto acompañaba melodiosamente su regreso. A media mañana, el Inka se incorporaba y bebía la sagrada chicha en vasos de oro, y luego comenzaban las ofrendas que constaban de animales de cada rincón del Ande y la Amazonía. Con total armonía entre la fuerza, y la delicadeza, el canto iba modificándose con el pasar de los minutos y las horas, avanzando la mañana, hasta volverse un potente estruendo de calor sonoro cuando el sol alcazaba su cénit, hacia el mediodía, donde recién allí todos se ponían de pie. El fuego sagrado era originado solo por la acción del sol a través de un vaso cóncavo que encendía un seco algodón y éste a las ramillas. También ofrendaban a este fuego una gran cantidad de estatuas de madera hermosamente talladas y vestidas con bellos ropajes, bañadas en flores frescas. Fundamental era también el sacrificio de auquénidos: huacarpañas, pawqarpaqos, oqepaqos, chumpipaqos y yanallamas. Los del primer día eran utilizados para la lectura, el augurio, y los demás eran asados. Al irse el sol, el canto menguaba hasta desaparecer.

Sin embargo, todo esto no es más que un resumen de relatos de los cronistas, fueran españoles y mestizos, fueran escritores, curas o extirpadores de idolatrías, de lo que observaron Polo de Ondegardo, Betanzos, Molina el Cuzqueño, Molina el Almagrista, Inca Garcilaso de la Vega, Murúa, José de Acosta, Guaman Poma de Ayala, Fernando de Avendaño, Pablo José de Arriaga, Oviedo, Bartolomé de las Casas, López de Gómara, Cieza de León, Herrera, Carvajal y demás, que plasmaron con su pluma en escritos que tuvieron la dicha de conservarse hasta nuestros días. Es decir, no sólo es una mera aproximación, ya que tantos otros escritos se han extraviado y otros permanecen aún ocultos, sino que es una visión totalmente parcial de lo sucedido. Ellos observaron la coincidencia de fechas entre el Inti Raymi y el Corpus Christi, como así también la fiesta de San Juan pero no tomaron en cuenta el origen pagano de esta última festividad. Tras las imposiciones de la conquista, y la Santa Inquisición, el Corpus Christi comenzó a “celebrarse” en América, pero los llamados “indios” continuaron festejando el Inti Raymi por debajo de aquel, ya que había sido abolido tras la cristianización de Paullo Inca en 1543. No solo esto, sino que fuera del Cusqo, siguió celebrándose hasta el siglo XVII, tomando allí tinte de resistencia y protesta frente al genocidio, un refugio cultural que fuera parte de los movimientos de liberación, levantamientos y rebeliones inkas. Dicen también que es el mismo Inti Raymi el que derivó en la famosa Onqoy Mita. Fue así también mantenido tanto el culto al Sol como el símbolo del sol dorado en pecheras, a través de los años, de las resistencias, en los de linaje cuzqueño, quienes acompañaron a Tupac Amaru, a Juan Santos Atahualpa, quienes escaparon y poblaron la selva central peruana, o se refugiaron en el interior del Amazona, allí donde el mítico Paititi o el Enim; e incluso el Sol Inka pervive en nuestro país, empoderando nuestra bandera celeste y blanca, aquella que supo levantar el Libertador San Martín, quien ofreció una alianza entre su partido de criollos con los habitantes históricos nacidos de estas tierras y esclavos negros.

Pero todo esto sigue sin explicar cómo llega el Inti Raymi a nuestro tiempo. Lo que no nos muestran los cronistas, ni la gran parte de historiadores, ni arqueólogos, ni antropólogos contemporáneos (ni las representaciones espectaculares del Inti Raymi que se realizan hoy día en Cuzco o en Santa María) es la otra historia. Una historia que no se ve, pero que no calla, que está quizás al costado del camino principal, fuera del palacio. Los cronistas narraron que la ceremonia la llevaba a cabo el Inka, y dijeron que el pueblo, la “plebe”, el campesinado, no podía entrar a participar. Pero no fueron a ver qué hacía la “plebe”. No vieron lo que hacían allá en sus comunidades. Y así es como llegó hasta hoy y como seguirá caminando. Esta historia tiene raíces profundas, y pasó de mano en mano, de boca a oído, de olla en olla, cociéndose lenta, paciente, por más años de los que podamos imaginar. Y está contenida en cada piedra, cada vertiente, cada llano, donde el hombre se ha apoyado para construir caminos, templos, sembradíos. Pero sobre todas las cosas, está contenida en el hombre mismo. El corazón del hombre guarda más información de la que podamos contar, y aguarda también por estos nuevos viejos vientos para renovar su calor. Para alumbrarlo con todo lo que hemos aprendido en estos siglos, incluyendo los errores más imperdonables. Hoy celebramos en acto el Inti Raymi porque el mundo está plagado de explicaciones, hasta el techo de ideas, lleno de cosas para vendernos. Lo hacemos porque alguien lo tiene que hacer, y porque nos paramos frente al gran Misterio, atravesados por él. No sé si queremos explicarlo todo. Ni tampoco hay tantos “por qué”. El Sol es la luz que debe brillar en nuestros corazones. Y seguimos en el camino…

Comunitario Otorongo Wasi – Junio 2016