COLOMBIA: Indígenas piden perdón a la tierra por destrozos de los blancos

(enviado por AIPIN)
(Fuente: Univisión, AFP). Nabusimake. En el solsticio de verano, día en que el sol llega a casa, indígenas colombianos de cuatro etnias que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta rindieron tributo a la naturaleza y se disculparon por los destrozos de los blancos, a quienes consideran sus hermanitos menores.
A casi tres mil metros de altura, en el cerro Inagua -un pico de la Sierra Nevada de Santa Marta que es la cordillera costera más elevada del mundo-, el ‘mamo’ (cacique) Meijabil cierra sus ojos, y con los brazos dirigidos hacia el resplandeciente sol, deja que la brisa esparza sus palabras. Transcurre así el ‘Zasari Anchunei’, o ceremonia de pagamento con que las etnias Ljkus, Koguis, Wiwas y Katatukwas se reúnen cada solsticio de verano para escuchar a sus ancianos y reflexionar sobre las bondades de habitar el ‘Niwi Umake’, o corazón del mundo. Mientras los viejos hablan, cientos de indígenas que los rodean los escuchan en total silencio. Visten de blanco, no han comido nada de sal durante varios días y permanecen descalzos.

[@more@]Están en trance debido a la mezcla de hojas de coca y cal que intercambian como saludo y pulverizan en recipientes.

"El sol nos da su sabiduría. El sol nunca nos dice ‘a esta culebra, por más mala que sea no le voy a dar mi calor’. Así, debemos dar nuestro amor y protección a todos los seres vivos. El hermanito menor es inconsciente y no se da cuenta que está destruyendo la humanidad, debemos ayudarlos", dice el mamo. A renglón seguido el anciano líder dice que en ese propósito, "el gran mamo Monevar autorizó a que hermanitos menores estuvieran compartiendo el ritual". Entre los asistentes, están por vez primera el vicepresidente Francisco Santos, ministros, embajadores, artistas, militares y directivos de multinacionales.
La preocupación central del líder durante la ceremonia de solsticio se centra en los efectos que en sus territorios dejan las minas antipersonales, que este año ya han dejado mutilados a media docena de indígenas. "A Colombia se entró un diablo metido en las minas antipersona. A todos nos nos toca mirar cómo enfrentar este diablo para que nuestros hijos y nuestros animales puedan volver a caminar tranquilos", reflexiona. "Nos sorprende el número de colombianos víctimas de las minas antipersonas. Queremos evitar que esto siga proliferando y vinimos a unirnos al clamor de los indígenas para desminar todo el territorio", opina John Ruiz, presidente en Colombia de la multinacional Phillip Morris, uno de los participantes. Para los funcionarios que participan del ritual, también va dirigido un consejo del líder espiritual indígena: "les pido que no hablen mal de la guerrilla o de los paramilitares. Pobrecitos, de pronto hacen lo que hacen porque sufren de hambre, hambre material y hambre espiritual".
Parte de los invitados llegaron en helicóptero mientras los indígenas recorrieron cuatro horas de trochas en vehículos de tracción y otro tanto a pie. El ritual duró más de seis horas e incluyó ceremonias en las colinas y en las aguas heladas del río Nabusímake. "No es una ceremonia de adoración al sol ni a ningún elemento en particular. Lo que hacemos es un tributo a la naturaleza por darnos su bondad y por mantenernos en equilibrio", dijo a la AFP Atis Iscuinduba, una líder arhuaca, que en español se hace llamar Belkis Izquierdo. "Aquí al invitar a hermanitos menores a que presencien y compartan nuestras costumbres ancestrales queremos decirles que existe otra forma de pensar. Que el camino de destrucción de la naturaleza que eligieron es erróneo", enfatizó Iscuinduba, graduada como antropóloga.
Al final de la tarde, la ceremonia concluye en el río. Cuando invitados e indígenas reciben en cada una de sus muñecas un hilo de protección. Y ya se han pasado de mano en mano, varias de las semillas, conchas marinas, hojas de coca, cuarzos e instrumentos musicales que se usaron para el ritual.