Guatemala, 2012

Por Santiago O’Donnell (tomado de Página|12)

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Según el calendario maya, en el 2012 se cumple un
ciclo de 5125 años. Los expertos no se ponen de acuerdo en qué significa
el cambio de ciclo y a los mayas que están vivos hoy parece que mucho
no les importa. Pero debe querer decir algo porque en el 2012 se le
acabaron los fueros parlamentarios a Efraín Ríos Montt y por lo tanto en
el 2012 será enjuiciado en Guatemala el mayor masacrador de mayas desde
los tiempos de la conquista.

Para ponerse en situación: año 1982, tiempos de dictadura acá y
revolución en Centroamérica, los sandinistas al poder peleando la Contra
en Nicaragua, el Farabundo Martí que parece que va a ganar en El
Salvador, y la CIA pone a un general en Guatemala, golpe mediante, para
frenar la marea roja. Se trata de un general que además es pastor
protestante, predicador, que dice que “un buen cristiano debe manejar
tanto la Biblia como la metralleta”. Egresado de la Escuela de las
Américas, amigo personal de los megateleevangelistas Pat Robertson y
Jerry Fallwell, para más datos. Trata de convertir a la guerrilla con su
plan “fusiles por frijoles” y cuando eso no funciona desata un
genocidio, no hay otra palabra, un plan de tierra arrasada con trabajo
coordinado entre escuadrones de la muerte y fuerzas regulares del
ejército.

La población maya fue la que más lo sufrió. Las tropas de Ríos Montt
barrieron pueblos enteros en los departamentos de Quiché y
Huehuetenango. Decenas de miles de indígenas y campesinos huyeron a
México y recibieron refugio de la ONU. Es imposible decir cuánta gente
mandó a matar Ríos Montt, qué parte le toca de los 200.000 guatemaltecos
que murieron en los 36 años de conflicto armado que terminaron con un
tratado de paz en 1996. Lo que es seguro, y hay estudios, es que en
proporción a la población de su país mandó a matar más gente que
cualquier dictador latinoamericano, incluyendo a Videla. Un informe de
Amnesty International de 1982 señala que entre marzo y julio de ese año
más de diez mil indígenas y campesinos fueron asesinados, y otros cien
mil fueron desplazados por la guerra.

En el pico de la represión las muertes y desapariciones llegaron a
más de tres mil por mes, casi todas en el campo, mientras las ciudades
parecían calmas, salvo por los sindicalistas y opositores que
desaparecían más discreta y aisladamente.

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Fueron los mayas quienes más los sufrieron, porque fueron los mayas
quienes lo enfrentaron con su apenas disimulado apoyo y simpatía por la
causa revolucionaria. “La percepción del ejército de que las comunidades
mayas eran aliados naturales de la guerrilla contribuyeron a
incrementar y agravar las violaciones a los derechos humanos cometidos
en su contra, demostrando un componente agresivamente racista de extrema
crueldad que llevó al exterminio en masa de comunidades mayas
indefensas, supuestamente vinculadas a la guerrilla –incluyendo niños,
mujeres y ancianos– a través de métodos cuya crueldad ha indignado la
conciencia moral del mundo civilizado”, dice el informe de la Comisión
de la Verdad. “Esas masacres y los llamados operativos de tierra
arrasada, al ser planificados por el Estado, resultaron en el exterminio
completo de muchas comunidades mayas, junto con sus casas, ganado,
siembra y otros elementos esenciales para la supervivencia. La Comisión
de la Verdad registró 626 masacres atribuibles a esas fuerzas.” La
comisión concluye que se trató de un “genocidio deliberado” en contra de
la población maya.

Cuando el asesino de la Biblia y la metralleta se volvió demasiado
impresentable hasta para los yanquis, se fue del gobierno en 1983, al
frente de un movimiento político-religioso de extrema derecha que le
aseguró a Ríos Montt sitiales privilegiados en la Legislatura nacional
durante décadas, llegando incluso a presidirla. En cambio, nunca pudo
presentarse como candidato a presidente porque en Guatemala una ley
proscribe a los presidentes de facto.

Pasaron muchos años hasta que en 1999 Rigoberta Menchú viajó a
España y denunció al asesino de los mayas por genocidio. Pasaron algunos
más y en el 2006 la Corte Constitucional española falló que Ríos Montt
podía ser juzgado en ese país bajo el principio de Justicia Universal.
Ese año un juez español viajó a Guatemala para interrogarlo. No pudo ni
acercarse. Le llovieron veinte amparos no bien pisó Tegucigalpa: el
caballero era un distinguido miembro de la Legislatura nacional, gozaba
de la protección de sus fueros parlamentarios, no podía ser molestado
por ningún juez, local o extranjero. Tras la visita frustrada del juez
español, el asesino se pavoneó en una conferencia de prensa. Admitió
algunos “excesos” durante su gestión, cuándo no, pero negó toda
responsabilidad por lo sucedido apelando al ridículo argumento del
cagón: dijo que él no había estado presente en ninguna de las masacres.

Ahora que debe declarar en un juicio en el que fue acusado junto a
tres de sus generales, habrá que ver qué piensan sus ex subordinados de
la teoría exculpatoria del pastor de la metralleta. En Guatemala dicen
que en el juicio puede saltar cualquier cosa.

Los fueros de Ríos Montt se acabaron el 14 de enero del 2012 y la
semana pasada (foto) compareció ante la jueza guatemalteca Luisa Flores,
quien aceptó el dictamen fiscal y lo acusó de genocidio y crímenes de
lesa humanidad. Quedó detenido preventivamente, por ahora en prisión
domiciliaria, pero probablemente más adelante en un calabozo, porque en
Guatemala no hay ley que beneficie a los reos ancianos. Aunque, ojo, ya
empezó a circular en el Congreso de ese país un proyecto de ley de
encarcelamiento domiciliario para casos de edad avanzada, gentileza de
los muchachos del Frente Republicano Guatemalteco, el partido de los
adictos al dictador. La jueza Flores fijó audiencia para que el juicio
empiece el mes que viene.

Así llegamos a este 2012, que cierra un ciclo de más de cinco mil
años en el programa largo del calendario maya. No llega en un buen
momento para Guatemala, un país sumido en una espiral de narcoviolencia,
que acaba de elegir como presidente a otro militar acusado por crímenes
de lesa humanidad. Pero no hay que subestimar el poder de las profecías
milenarias. El 2012 vio caer al último genocida del pueblo maya.

Para empezar un nuevo ciclo, uno mejor.

sodonnell@pagina12.com.ar