Por la Wachuma mágica

(por Xuan Pablo González)

El Maestro hablaba con delirios incontrolables mientras los rituales habían cesado, invocó a las alturas para que el espectro se  esclarezca, y el cielo ha preferido entregarnos  algunas estrellas que simbolizan el buen augurio a nuestra existencia, y agrega que muchas veces el destino depende de los astros, y sus ojos le brillaban como un toro en celo, e insiste que por la Huachuma y el buen tabaco habla su boca, y que sus palabras las ordenan los espíritus ancestrales con
alucinante, y así el poder viene de lejos y no por él.

Dimas Arrieta Espinoza

Pese a estar íntimamente relacionado en su química con el peyote mexicano, poco se sabe sobre este cactus sudamericano llamado en lenguas originarias wachuma. Que como el peyote tiene mescalina, y sabidos efectos visionarios. Pero mientras el peyote fue convocado literariamente por diversos poetas nortemericanos (Burroughs, Ginsberg, Corso), y sudamericanos (Castaneda, Riccardo, Echavarren), además de antropólogos, químicos e investigadores varios (Lewin, Mitchell, Artaud, Ellis, Furst, Benítez) la wachuma recién ahora empieza a aflorar poéticamente-modernamente, recordándonos un pasado misterioso en común.

SAN PEDRO ABRE LAS PUERTAS DE LOS CIELOS

    La wachuma o huachuma es un cactus chamánico sudamericano, conocido también como sampedro (1), porque según la tradición sincrética posinvasión-inquisición europea, se lo llamó San Pedro porque como el santo cristiano, abre las puertas de los Cielos. Esto fue una forma de preservarlo un poco de la persecución prohibicionista anti-vegetalismo-extático del catolicismo.

Estos cactus alargados como columnas o candelabros (trichocereus) fueron y son utilizados ceremonial y medicinalmente a lo largo de los Andes, desde Ecuador a la Argentina y Chile, pasando a lo largo de Perú y Bolivia. Gigantón, aguacolla o wacolla, jiqara, cardo y cardón, son otros de sus nombres tradicionales en estas tierras sudamericanas.

Podemos decir sin dudas que la wachuma es una de las plantas sagradas y maestras más importantes de nuestro sur, usado hoy en día exitosamente para combatir el alcoholismo y otras adicciones. Podemos también enorgullecernos de tener en tierra argenta una de las especies de estos cactus más valorada: la trichocereus terschekii, que además de contener la “anfetamina visionaria” mescalina, entre sus principales alcaloides como las otras especies (pachanoi, peruvianis, etc.), contiene además DMT o dimetiltriptamina, llamada también “la molécula del espíritu”, reconocida sustancia visionaria presente también en la pócima de ayawaska (más precisamente en la chakruna), y otras yerbas sagradas (willka y virola, entre ellas).

De la wachuma local poco se sabe, pero cada nuevo día tenemos más información. Sabemos por ejemplo que se han hallado restos de este cactus –aparentemente como ofrendas- junto a entierros indígenas sagrados, en el NOA. Sabemos también que se han hallado restos de estos cactus, en pinturas rupestres en Anacasti, provincia de Catamarca. Según parece habría restos de estos cactus “en la composición de los pigmentos”, a decir de la antropóloga argenta Ana María Llamazares. Todo esto indica que el cactus no sólo habría tenido una mágica inspiración visionaria, sino además una mágica inspiración para cargar con un poder “extra” a la imagen plástica del arte chamánico.

Pero mientras en Bolivia, Perú y Ecuador se ha mantenido o preservado la tradición de su uso, vendiéndose hoy día en los mercados de yerbas, en las calles de sus ciudades, no podemos decir lo mismo del noroeste argento, donde su uso y conocimiento prácticamente se ha extinguido, o aún está fuertemente estigmatizado.

LA TRADICIÓN WACHUMERA SUDAMERICANA

    Eduardo Calderón Palomino es un chamán mestizo peruano cuyo renombre ha trascendido las fronteras. Y entrevistado por Douglas Sharon para su libro –ya clásico- El Chamán de los Cuatro Vientos, dice por ejemplo que este cactus es medicinal y es un buen diurético, y que se utiliza para hacer curaciones y para brujería. También dice que “El simbolismo de San Pedro es localizar en todas las regiones del territorio el pensamiento elemental y la potencialidad del hombre… San Pedro es un cacto que contiene un ingrediente que, al ser ingerido, produce la apertura del subconsciente y del sexto sentido del individuo –esto es, el sexto sentido telepático del individuo –que le permite- transportarse, sublimarse a través de la materia, el tiempo y la distancia. Uno puede transportarse espiritualmente, rápidamente, al lugar donde quiera estar, concentrándose en su objetivo… También puede añadirse misha a San Pedro para producir una mayor fuerza visual. San Pedro es una ayuda que uno utiliza para hacer el espíritu más placentero, más manejable…”

En otro libro de corte más castanediano, Los Cuatro Vientos, de Alberto Villoldo, el chamán de sangre india Antonio Morales Baca le dice al psicólogo cubano, en medio de los paisajes andinos, que: “el cactus San Pedro es la medicina predilecta del chamán; le ayuda a penetrar el cuerpo de la Tierra, a encontrarse con la diosa madre, a ver el poder de la naturaleza cara a cara… es la planta del ritual, de la visión.”

LA WACHUMA EN LA CUNA DE LAS CULTURAS ANDINAS

    Según distintas investigaciones, la antigua cultura de Chavín de Huántar, en el norte del Perú, habría sido “cuna de la cultura andina” (esto se traduce como preinkaika, y más de 3000 años atrás), trayendo una serie de conocimientos espirituales –vegetalistas entre ellos- de la selva amazónica.

Dentro del arte que habrían dejado los chavines, encontramos múltiples referencias a la wachuma.

Hay por ejemplo, un jarrón en cerámica encontrado en la Galería de las Ofrendas, que como descubrió el arquitecto Carlos Milla Villena, está lleno de imágenes florales, que parecen rodajas del cactus cortadas para ser hervidas y preparadas en la infusión psicoactiva.

El jarrón en cuestión habría sido diseñado especialmente para contener la bebida mágica, en ceremonias-ofrendas rituales.

Según dice Milla en su libro Génesis de la Cultura Andina, los antiguos chavines habrían aprendido de los murciélagos el uso del cactus, ya que sabido es que estos seres alados noctámbulos beben del jugo de la flor del cactus, y los ingredientes del mismo ayudarían a desarrollar la orientación de “radar” que poseen los murciélagos, para volar a grandes velocidades en la oscuridad. Dicho de otra forma: “en diálogo con los murciélagos nuestros hamawtas aprendieron a adquirir esta capacidad de manejar el movimiento en las tinieblas.”

En la Plaza Circular de Chavín, aparece justamente una imagen dibujada en la piedra de un chamán-hamawta en éxtasis, llevando un cactus de wachuma en su mano derecha como si fuera una antorcha, o una vara o bastón de la autoridad para entrar en los otros mundos.

El cabello del chamán está trenzado de serpientes, su rostro es similar al de los murciélagos, como otras figuras totémicas que se repiten en Chavín, y sus patas tienen garras de águila.

En otras piezas cerámicas también aparecen jaguares entre cactus de wachuma, y en otras excavaciones se encontraron cigarros que contenían polvo del cacto.

LOS VUELOS DE LOS ANTIGUOS GUAYACUNDOS Y LOS CALENDARIOS DE NAZCA

    En su ensayo wachumero El Gran Misterio de la Sierra Piurana, el poeta peruano Dimas Arrieta Espinoza hace mención de los Guayacundos: “los hombres cóndores que volaban con las yerbas”.

Por otra parte, Ana María Llamazares escribe en Arte Chamánico: visiones del universo, que no solamente hay imágenes del cactus wachuma en Chavín de Huántar, sino también en cerámicas Chimú, Moche y Nazca, en Perú, donde abundan figuras de mujeres-chamanas-lechuzas con cactos en sus manos.

En una antigua jarra cerámica de Nazca, hay una figura chamánica que porta la imagen de un jaguar en su frente, en cada uno de sus hombros hay un cactus de wachuma emergiendo, las espinas como estrellas, los ojos del personaje bien abiertos, su boca semisonriente, y su cuerpo lleno de caritas sonrientes y serpientes cósmicas danzando volando entre estrellas.

Si unimos todas estas ideas e imágenes, podemos apoyar esa teoría que dice que las conocidas líneas o dibujos de Nazca, que solo se ven claramente desde los cielos, podrían haber sido diagramadas desde el aire, por los antiguos Guayacundos, en vuelos extáticos de wachuma y otras yerbas psicoactivas (daturas, floripondio, willka, etc.).

Como es sabido, las líneas de Nazca representan un antiguo calendario sagrado andino, donde aparecen figuras chamánicas como el colibrí, el cóndor, y otras aves, además del zorro, la espiral, la araña, etc. marcando solsticios, equinoccios, y constelaciones bajadas del cielo.

Y los cactus de wachuma abundan todavía en la región de las pampas de Nazca.

LA WACHUMA EN GUACHIPAS Y LOS VALLES KALCHAKÍES

    En nuestros valles y cerros argentos, como vimos, la wachuma terschekii es bien vista y conocida como cardón. Según pude constatar, en zonas montañosas-campesinas del NOA, la tradición chamánica del cactus ha logrado preservarse muy muy secretamente, entre algunos iniciados.

De hecho mismo en la provincia de Catamarca, Llamazares menciona arte rupestre antiguo inspirado en la wachuma, y menciona un cactus zoomorfizado con brazos y patas. Dicho de otra forma, una suerte de hombre-chamán-animal-cactus aparece pintado en la Casa Pintada de Herrera, Motegasta.

Por otra parte, tras diálogos personales con Antonio Mercado, que trabajó varios años investigando y preservando el arte rupestre de los Valles Kalchakíes como director del Museo Arqueológico de Cachi, en la provincia Salta, pudimos ver que imágenes de cactus de wachuma se repiten también a lo largo de nuestros valles del NOA, en lo que antiguamente era parte del Tukma, llamado también Kollasuyu. Algunas de estas imágenes de cactus con los brazos abiertos se asemejan a otras de cóndores con las alas abiertas, en vuelo, en varios petroglifos de la zona.

En las cuevas pintadas de Guachipas, también en Salta, sobrevive un arte rupestre impactante e hipnótico, donde aparecen imágenes muy coloridas de personajes chamánicos que también tienen similitudes con murciélagos: son seres alados, que puede hayan surgido de la interacción dinámica imaginativa de los antiguos chamanes wachipas, con los murciélagos, en estas cuevas sagradas.

El cactus de wachuma -como en Chavín- posiblemente haya sido nuevamente el nexo para este diálogo multidimensional y visionario, entre murciélagos y humanos, ya que abundan todavía hoy en día, los columnares cactos en la zona de los alrededores de estas cuevas y piedras.

LA WACHUMA Y EL OTORONGO

     La relación de la wachuma con los grandes felinos legendarios de nuestras tierras, parece es también milenaria, según propone Jorge Fernández Chiti en su Diccionario Indígena Argentino. El uso de la wachuma estaba vinculado a la transformación chamánica en pumas, jaguares y otorongos, y los antiguos chamanes heredaban de estos felinos su poder de ver en la oscuridad, como también vimos en otros casos los heredaban de los murciélagos. Además estos felinos eran -y son- animales de mucha fuerza y poder, relacionados con la noche y la luna, y asociados a la muerte ritual o simbólica, y a la entrada al submundo o Mundo de los muertos o Mundo interior.

Siguiendo con esta línea de pensamiento también coincide el psicólogo Juan Acevedo Peinado, del comunitario Otorongo Wasi, quién desde hace dos décadas se dedica al estudio el tema.

En charlas personales, Juan ha insistido sobre la relación de la wachuma y el otorongo: el otorongo o uturunku sería el animal arquetípico de la planta, según su visión, desde un pasado remoto chamánico en nuestra tierra sudamericana. Un pasado que se ha hecho presente. Un pasado, que como dicen los abuelos indios originarios, está delante nuestro, para darnos luz y guiarnos en estos tiempos aún oscuros.

Xuan Pablo González

 

Bibliografia:
Carlos Milla Villena, Génesis de la Cultura Andina y AYNI
Dimas Arrieta Espinoza, El Gran Misterio de la Sierra Piurana (Revista Takiwasi)
Douglas Sharon, El Chamán de los Cuatro Vientos
Ana María Llamazares, Arte Chamánico: visiones del universo (El lenguaje de los dioses)
Jorge Fernández Chiti, Diccionario Indígena Argentino
Alberto Villoldo y Erik Jendresen, Los Cuatro Vientos
Albert Hofmann y Richard Evans Schultes, Plantas de los dioses

1) Nota del comunitario:

Desde nuestra perspectiva, si bien Wachuma y San Pedro se toman muchas veces como sinónimos, esto no sería del todo correcto.

Como bien aclara Xuan Pablo, la voz Wachuma se reserva para la especie Echinopsis Terschekii (anteriormente llamada Trichocereus Terschekii spp).

El San Pedro -en cambio- es una variedad que difiere en su morfología, ubicación geográfica, efectos, y forma ceremonial de uso.